La población negra de la costa en Oaxaca y Guerrero tiene una vocación ganadera centenaria. Son poblaciones que desde el siglo XVI se dedicaron como trabajadores vaqueros esclavizados a manejar las haciendas de ganado vacuno y caballar y con esta práctica a extender los terrenos de pastoreo. Su aislamiento geográfico la convirtió en una auténtica región de refugio para toda la población negra que huía de la esclavitud en minas, ingenios y ciudades a lo largo del periodo colonial, generando un enclave étnico único en el país en el que conviven con las poblaciones indígenas mixtecas, amuzgas y chatinas de la región de pie de monte y montaña. Los pueblos costeros tales como: San Nicolás, Maldonado, Tapextla, Santo Domingo Armenta, El Ciruelo, Corralero, Chacahua, viven de la agricultura y la pesca, mientras que aquellos ocupantes de la llanada, tierra adentro, son pueblos dedicados principalmente a la agricultura y a la cria de ganado, como Santiago Llano Grande -donde se realizaron los talleres de música-, Cortijos, Lo de soto, y Mártires de Tacubaya.

La encuesta nacional intercensal 2015 arroja que de los casi 120 millones de habitantes en el país, 1.4 millones de personas se autoadscriben como afrodescendientes. Una séptima parte de esta población (200 mil) habita en el Estado de Oaxaca, misma que representa el 5% de todos los habitantes en el Estado (4 millones). Estas cifras son muy reveladoras puesto que los orígenes africanos de la población mexicana siempre se han minimizado. La gente piensa que en México no hay población negra (Principales resultados de la encuesta intercensal 2015. Estados Unidos Mexicanos INEGI, 2015). La población afromexicana en la costa de Oaxaca se encuentra en 12 municipios distribuida en 97 comunidades. Los centros urbanos mas importantes de la región costera son el puerto de Acapulco del lado de Guerrero y Pinotepa Nacional del lado de Oaxaca.

 

La costa en el periodo prehispánico era parte del reino Mixteco de Tututepec y se mantenía por sus numerosas huertas de cacao en regadío, la producción de algodón y maíz. Después de la conquista muchas huertas pasaron a manos de españoles y a través de mercedes reales introdujeron el ganado vacuno que avanzó sobre los cultivos y terrenos de los pueblos indios.

Los documentos coloniales registran la existencia de negros y negras esclavizados en las huertas de cacao y haciendas ganaderas de encomenderos y de oficiales de la corona como corregidores, escribanos y tenientes. Un registro temprano de población negra esclava es la adquisición en 1564 de 20 negros para atender las huertas del encomendero de Tututepec Luis de Castilla asociado con el empresario Melchor Mejía (Hitoshi Takahashi, “De la huerta a la hacienda: el origen de la producción agropecuaria en la mixteca costera” en Historia Mexicana, 31, 1984:12).

Ya en 1583 los pueblos indios se quejaban ante las autoridades por las invasiones del ganado de las haciendas españolas, en sus huertas de cacao, en las siembras de maíz, algodón y otros cultivos, y por los malos tratos que recibían de los vaqueros negros trabajadores de las estancias ganaderas: “…en las cuales estancias hay al presente mas de cien mil vacas [sic] las cuales se derraman y extienden por todos los términos de los dichos pueblos que se dilatan mas que hasta cinco leguas y son tantos los daños que hacen a los naturales de ellas que no les dejan milpas ni sementeras de maíz, ni cacaotales, algodonales, tunales, magueyes ni otros frutales que no se los coman y destruyan, demás de las grandes molestias, daños e injurias que les hacen los negros, y mulatos y mestizos vaqueros y criados en las dichas estancias…” (Gonzalo Aguirre Beltrán, Cuijla.Esbozo etnográfico de un pueblo negro. Obra antropológica VII. FCE 1995:46).

Llama la atención la relación de conflicto entre negros e indios causada por el poder de los españoles delegado en sus sirvientes de las haciendas, mientras ellos vivían en las villas y ciudades. Este conflicto interétnico ha perdurado hasta el presente y aunque el mestizaje con la población india es patente, el trato hostil y la discriminación es mutua.

A lo largo del periodo colonial la población negra creció con la llegada de negros cimarrones de los puertos de Acapulco y Huatulco y del altiplano, quienes se rancheaban en las grandes extensiones de las haciendas. En 1591 el virrey es informado sobre sobre los asentamientos de negros cimarrones en las inmediaciones de Huatulco: “Yo he sido informado… que en un monte que se dice Coyula, dos leguas del dicho pueblo asisten de ordinario, tiempo de treinta años, unos negros cimarrones y al presente los hay con sus casas, labores de maíz, algodones y otras cosas como si actualmente estuvieran en Guinea y que están un tiro de arcabuz de las sementeras de los naturales”(Aguirre Beltrán Ibid. 60). La persecución de la población negra huida asentada provisionalmente en terrenos de las grandes haciendas constituyó un patrón común en la movilidad de esta población hasta el siglo XIX (Ibid. 61).

Los pobladores de Santiago Llano Grande, de Lo de Soto, Maguey, Las Estancias, y Santo Domingo Armenta se asentaron en sus lugares actuales al ser liberados de la hacienda de Cortijos con la ley de libertad de esclavos durante las primeras décadas del siglo XIX. (Leticia Reina Aoyama, Caminos de luz y sombra: historia indígena de Oaxaca en el siglo XIX. Col. Historia de los pueblos indígenas de México. CIESAS-CDI, 2004: 311-312).

Estos asentamientos eran pequeñas cuadrillas y rancherías, su formación propiamente como pueblos es relativamente reciente. Lo de Soto, por ejemplo, se fundó en 1891 y Santiago Llano Grande cobró importancia como pueblo a raíz del reparto agrario ejidal en la época de Cárdenas (1934-1940).

El paisaje de la llanada, donde se encuentran estos pueblos, es hoy una sabana de pastizales de temporal para el ganado vacuno y caballar atravesada por el caudaloso rio Cortijos, con grandes árboles de Parota aquí y allá en encierros y potreros, que brindan sombra al ganado. La vaquería o el cuidado del ganado es una actividad principal, así lo revela la danza del toro de petate que ilustra el histórico problema de abigeato en la región (Véase video sobre esta danza en la sección sobre música y danza en esta página).

Los cultivos comerciales antiguos fueron la cochinilla y el algodón. A la población negra se le permitía asentarse en haciendas siempre y cuando sembraran algodón y lo vendieran al dueño. El cultivo agroindustrial del algodón decayó con el agrarismo de la revolución. Los pueblos de la Llanada producían el algodón para la despepitadora del Potrero en Mártires de Tacubaya (comunicación personal con Victor Hugo Laredo). Actualmente, hay producción comercial principalmente de ajonjolí, papaya, coco y sandía en la que los afromexicanos y mestizos de la región trabajan como jornaleros.

Al pasear por las calles de Pinotepa Nacional, la ciudad mas importante de la región en el estado de Oaxaca, uno percibe la historia de México en las fisonomías de la población. La gran gama del mestizaje entre las poblaciones mixteca, amuzga, chatina, negra, y blanca, en cuya mezcla persisten rasgos bien definidos y dominantes de cada una de ellas, y de individuo a individuo, es un viaje por el tiempo. Esta diversidad define inmediatamente pueblos y territorios en intercambio de bienes y alimentos. Los pueblos indios bajan con verduras, semillas, textiles, petates y otros productos de la palma, la madera de pino, y hasta hace unas décadas, también instrumentos musicales como violines, bajos quintos, vihuelas y guitarras. A su vez, de la costa suben a la montaña queso de prensa, chile costeño, pescado y camarón seco, tabaco, y dulce de coco entre otros productos. Este intercambio se vuelve mas intenso en las ferias de cuaresma en Yosonotu, Copala, Tezoatlán en la mixteca, y en las fiestas marianas como es Juquila en tierra Chatina. En la costa, el tiempo de Carnaval, la fiesta de Santiago Apostol, y los días de muertos son fiestas importantes. El comercio fija las rutas de los santuarios por donde fluye la devoción católica.

En los últimos 10 años se ha generado un movimiento político impulsado por organizaciones sociales locales para lograr el reconocimiento de los derechos étnicos y sociales de la población negra a nivel de la constitución y con ello tener acceso a los apoyos y programas sociales federales y estatales en igualdad de condiciones como lo tiene la población indígena del país. Las organizaciones sociales locales estaban inicialmente enfocadas a fomentar las actividades culturales y al fortalecimiento de la identidad del pueblo negro y, en esa perspectiva, los festivales de música y danza jugaron un papel importante para visibilizar a nivel estatal y nacional a la población afromexicana. Al paso del tiempo, estas organizaciones se involucraron mas en la política estatal dirigida a impulsar la atención a las necesidades básicas de los pueblos afromexicanos de Oaxaca y localmente a realizar reuniones de reflexión públicas sobre las condiciones de vida y en particular sobre el tema de la mujer y la violencia intrafamiliar (conversaciones con Israel Reyes Larrea, representante de Africa A.C. véase el video sobre identidad en esta página).

La constitución de Oaxaca, en su artículo 16, reconoce la condición multiétnica del estado incluyendo las comunidades afromexicanas, y sus derechos sociales y de libre determinación, sin embargo no existe aún una ley reglamentaria que permita materializar estos derechos en programas sociales que beneficien a la población (a nivel estatal existe una propuesta en el congreso de ley reglamentaria sobre los derechos de los pueblos negros de Oaxaca que no ha sido aprobada aún). La constitución federal en su artículo 2 no los considera como un pueblo étnicamente diferenciado (siendo la lengua uno de los criterios de la etnicidad) y en esa medida no tienen acceso a los programas federales como lo tienen los pueblos indígenas. Precisamente la necesidad de contabilizar la población afromexicana se convirtió en un primer paso para lograr el reconocimiento de los derechos sociales y políticos de la población afromexicana como pueblo étnicamente diferenciado. Con este objetivo y con el apoyo de instituciones académicas, las organizaciones sociales lograron que el INEGI, la institución de estadística nacional, incluyera una pregunta de autoadscripción étnica afromexicana en su muestreo intercensal del 2015.

Los corridos de la costa son un testimonio musical fehaciente del trato violento en los conflictos y diferencias que surgen en las relaciones humanas. Dentro del repertorio grabado de música de esta región, buena parte de ella se trata de corridos de asesinatos o “ajustes de cuentas” por engaños y hoy en día se suman a la corriente del narcocorrido que enaltece la bravura del traficante en su reto con la autoridad, la sociedad y la muerte (Véase el texto y las grabaciones de Gabriel Moedano Navarro en la publicación del disco Atención pongan señores…. El corrido afromexicano de la costa chica”, Serie de la fonoteca no.38, INAH, CONACULTA, 2000).

En el ámbito de las relaciones de género, es bien conocida la tradición del “rapto de la mujer” cuando una pareja de jóvenes se quiere unir. La costumbre está basada en raptos reales donde el hombre, independientemente de la voluntad de la mujer, aprovechaba su salida al pozo en busca de agua para lazarla, montarla en el caballo y robársela (Gonzalo Aguirre Beltrán, op.cit. 1995: 148-163; Véase la letra de la chilena “ya te he dicho” en la sección de repertorio de talleres en esta página). Este acto violento, hoy convertido en ritual, nos revela la violencia y el machismo que prevalece en la relaciones sociales y que se generaliza entre niños y adultos hombres y mujeres. El testimonio de Martha, una niña de diez años, sobre la violencia en la comunidad es muy ilustrativo: “…también me pegan, me jalan las orejas, pero aquí todos se pegan, los señores les pegan a las señoras, los abuelitos nos pegan a nosotros, hay hombres que les pegan a los perros, todos se pegan. ¿A ti no te pegan? Pero asi es aquí…. Aqui no te salvas pura pegadera” (Citlali Quechua Reyna Familia infancia y migración: Un análisis antropológico en la costa chica de Oaxaca. UNAM 2016: 221).

Ante un panorama de violencia entre niños y adultos consideramos que el fomento de la actividad creativa, y de fortalecimiento de valores culturales orientados a la colaboración es sumamente importante en la educación de los niños y jóvenes. Por ello, los tres talleres de música, que hemos realizado hasta ahora, son un ejemplo y semilla de lo que se puede hacer colaborativamente modificando la comunicación y las relaciones sociales en la comunidad.

Sergio Navarrete Pellicer

Bibliografía

Aguirre Beltrán, Gonzalo. Cuijla.Esbozo etnográfico de un pueblo negro. Obra antropológica VII. FCE 1995.

Principales resultados de la encuesta intercensal 2015. Estados Unidos Mexicanos INEGI, 2015

Quechua Reyna, Citlali. Familia infancia y migración: Un análisis antropológico en la costa chica de Oaxaca. UNAM 2016.

Reina Aoyama, Leticia. Caminos de luz y sombra: historia indígena de Oaxaca en el siglo XIX. Col. Historia de los pueblos indígenas de México. CIESAS-CDI, 2004: 311-312

Takahashi, Hitoshi. “De la huerta a la hacienda: el origen de la producción agropecuaria en la mixteca costera” en Historia Mexicana, 31, 1984:1-78.

Discografía

Atención pongan señores…. El corrido afromexicano de la costa chica, Serie de la fonoteca no.38, INAH, CONACULTA, 2000.